No hay nada nuevo bajo el sol (incluso esta frase ya tiene sus siglos), todo lo que decimos, ya lo dijeron otros antes ( y, probablemente mejor), se trata de releer, de reescribir (como Pierre Menard).
Que digan que el amor es un invento reciente, y puede que tengan razón, pero qué bien se fingía antes, ¿verdad amigo Pessoa?
¿ Se escribe mejor cuando se siente? ¿ Se escribe mejor cuando se hace fríamente desde la cabeza y no desde el corazón? ¿ Se escribe mejor desde el recuerdo-evocación, como decía Bécquer? Ah...chi lo sa?
Ovidio habló de las artes de amar, en La Celestina se enumera los síntomas del enamorado, Quevedo fue uno de los más sublimes poetas de amor...y miren qué decía Tirso de Molina en el siglo XVII :
No hay criatura sin amor,
ni amor sin celos perfecto,
ni celos libres de engaños
ni engaños sin fundamento.
Para ser algo fingido...qué cerca estaba el fraile.
1 comentario:
El amor inspira, y, desde este punto de vista, se escribe más y tal vez mejor. Pero lo importante es no escribir desde la desordenada maraña de sentimientos. El poeta, ante el papel, es escritor primero y luego hombre (o tal vez hombre primero, pero desde la distancia del sabio), y reposa, ordena, para así reflejar con mayor certeza. Tal vez a esto es a lo que se refería Bécquer, como bien has dicho.
El fragmento que has copiado de Tirso (aunque con una pequeñña errata, no es "perfecto" sino "perfeto", como era usual en el Siglo de Oro) es magnífico, y más aún si se lee en su contexto:
¿Quién hay que se libre dello?
Más que flores el verano,
más que escarchas el invierno.
¿Ves esas yedras y parras,
desos álamos enredos?
Pues celosas de sus hojas,
tienen ya sus troncos secos.
Celos que del prado tiene,
hacen que aquel arroyuelo,
hechos labios sus cristales,
se coma aquel lirio a besos.
No hay criatura sin amor,
ni amor sin celos perfeto,
ni celos libres de engaños,
ni engaños sin fundamento.
El ave, la planta, el bruto,
cuanto hay padece tormentos
celosos, en fe de que ama;
soldemente escapa el necio
de su daño, porque dicen
que es sólo mal de discretos.
Hasta el cielo les hurtó
el nombre, si no el efeto.
Tirso de Molina, La gallega Mari-Hernández, ed. de J. E. Hartzenbusch.
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